6/12/2009

UNO DE CORTÁZAR.

Llegó a mis manos un libro titulado “Casa Tomada y otros relatos” de Julio Cortázar. Seré excesivo y resuelvo en admitir mi lejanía con la astucia narrativa. Sin embargo desarmaré los tres relatos que componen aquel texto.

1.- Casa Tomada (perteneciente a Bestiario, 1951) es un cuento preciso, fluido y alucinantemente sutil. Constituido por diez páginas, invita al lector a sumarse en un caos inexplicable: la ocupación de las inmediaciones de la vieja casa en Buenos Aires. Irene y su hermano, actores de reparto, deciden habitar allí por herencia que les dejó sus padres. Viven cómodamente. Cada uno realiza lo suyo. Cada uno posee una edad superior a los 40 años, sin matrimonio ni hijos. Ella teje con efervescencia, tanto que explica su hermano que “las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada”. Aparente neutralidad en la obra, no obstante se presenta el conflicto central. Progresiva y misteriosamente son desalojados de las habitaciones de la casa. Se escuchan pasos, no voces. Corren, se trasladan, en la calle. Sin dinero, tejido ni pertenencias, deciden abandonar la casa arrojando por la alcantarilla las llaves. Tal vez sería mayormente provechoso brindarle más de una acción matriz, esto es, invasión al hogar complementado con la aparición de un sujeto / objeto. Pero entonces se perdería la ilación del cuento. Por tanto la exigencia de la imaginación es la que delimitará las propiedades últimas del texto. (Llámese ánimas, vagabundos, animales, ruidos, paranoia dual, ebrios o suicidio generalizado.) Vale la pena una segunda interpretación.

2.- La autopista del sur (perteneciente a Todos los fuegos el fuego, 1966) constituye una narración más o menos extensa. En este sentido, la historia se desenvuelve a partir de un típico taco vehicular ocurrido en la arteria que une Paris y Marsella una tarde absolutamente corriente. Acá los protagonistas de la obra son nombrados por las marcas de los automóviles: un Peugeot 404, un 2HP, un Peugeot 203, un Taunus, un Citroën, un Fiat 600, un Simca, entre otros. Los conductores, cada uno con características muy disímiles, se ven limitados al saber que la situación no se soluciona con normalidad: avanzan poca o lentamente. Hay desesperación, angustia, pánico. Pasan horas, tarde y noches. Por lo pronto requieren de un organizador y de patrullas preventivas – auxiliares que permitan la sobrevivencia, pues hay entre la multitud niños y gente mayor. Localizaron un pueblo aledaño, sin embargo fueron recibidos a lluvia de piedras (razón inexplicable). De cualquier modo, consiguieron agua y alimento gracias a trueques de unos traficantes que llegaban en carrocería de primera clase. En el transcurrir de los días (y naturalmente dada las circunstancias) se establecieron insustanciales lazos de amistad, otros más que de amistad. Como la situación parecía insostenible un sujeto decidió desertar. Nadie dijo nada. Otro, más escabroso, se quitó la vida. Una monja, enloquecida, especulo sobre el Armagedón, que en el Apocalipsis, aparece como el lugar en que se librará la batalla decisiva ente el Bien y el Mal. Todo un sistema. En definitiva los vehículos avanzan con mayor velocidad, se regulariza el tránsito y las filas se rompen. Ahora todos operan el gesto mecánico de avanzar y no pensar. Acelerador, cambio, primera, segunda y tercera. 404 quería perpetuar los segmentos rutinarios: hablar, conquistar a la chica, esperar las raciones, hablar bobadas. Nada era igual. “…sin saber por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos, donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia delante, exclusivamente hacia delante.” 
 Finalmente este cuento puede ser adaptado perfectamente a una modalidad fílmica neoyorkina, puesto que es un hecho puramente lúcido se hace verosímil en lo absurdo. Por ello, basta.

3.- Carta a una señorita en París (perteneciente a Bestiario, 1951) Escrita en forma de una simple misiva – explicativa, el destinador aloja en el departamento de Andrée (destinatario) en la ciudad de Bs. Aires. Escueto en la información confiesa que cada mes vomita un diminuto conejo y que los deposita en su armario. Juntó diez. Ellos dormían durante el día, por lo que no preocupaba al sujeto en su trabajo de la oficina. Caída la noche salían a divertirse: rompían objetos, mordisqueaban los libros y dejaban suciedad en el lugar. Sara, la empleada, no sospechaba de estas acciones porque el sujeto limpiaba cualquier sospecha. En suma, dejó los conejos allí, reparo lo que pudo y se marchó del lugar advirtiendo que recogiese el cuerpo del undécimo, ya que lo verían los colegiales. 
Complejamente se trata de un cuento llevado al simbolismo neto desde la perspectiva metafísica y metaliteraria. El hombre y sus productos o el hombre y sus efectos funcionales se expresan lícitamente proporcionando una amplitud (digámoslo abiertamente) surrealista colosal. Sin duda se merece una quinta lectura y proponer más ideas conjetúrales al respecto.


Pensé que J. Cortázar aparecía en los stickers de los dulces daneses: resistí su lectura, sin embargo es un pelmazo de tomo y lomo. Muyyyy leído, muyyy aclamado. Nuevo error de este simio.  





1 comentario:

Lucia dijo...

hola como estas, me gusta la escritura joven y regional, espero me envies algun texto para publicarlo en mi blog. Nos leeremos. chao.


lucia.santam@gmail.com

bueno ese cuento de incesto